Agradecimiento a Don Luis Camacho

Su vida merece un libro; su obra: atención, análisis, continuidad. Por eso, para perfilar la importancia de Don Luis Camacho Naranjo en la filosofía costarricense y de la región centroamericana, un espacio como este resulta más ambicioso que justo. 

La trayectoria académica de Don Luis es bien conocida: Licenciatura en Filosofía y Letras  por la Universidad  Central (hoy Universidad Complutense de Madrid), Doctorado en Filosofía por la Universidad Católica de Washington; Catedrático de la Universidad de Costa Rica, donde dirigió la Sede de Occidente y la  Escuela de Filosofía antes de figurar como Decano del Sistema de Estudios de Posgrado y como Vicerrector de Docencia. 

Don Luis es miembro de importantes entidades internacionales dedicadas a la filosofía. Por años, lo hemos elegido como Presidente de la Asociación Costarricense de Filosofía. Él figura como conferencista de entidades nacionales e internacionales y como profesor visitante de la Universidad Autónoma de Honduras, de la Universidad de Denver (Colorado) y del Swarthmore College (Filadelfia). También ha sido investigador invitado de la Universidad Católica Americana en Washington y de la Universidad Estatal de Michigan. En el año 2015 se le otorgó el Premio Áncora en Ensayo por su libro La ciencia en su historia (EUNED). Es autor de doce libros y de muchos de artículos especializados o de divulgación filosófica. La Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica informa, en su página Web, que Don Luis es uno de sus profesores eméritos. Pese a estar jubilado, él participa continuamente en actividades académicas.

La biografía de Don Luis constituye un legado de excelencia en muchos aspectos. Para honrarlo en su octogésimo cumpleaños, yo deseo destacar su virtud moral, tan admirable como su aguda racionalidad y su vocación crítica. Pocas veces se hace referencia a su fino humor, a su risa espontánea y sincera, a la sabiduría con qué enriquece (filosófica, moral e incluso políticamente) sus relatos. Don Luis, tan exigente en sus lecciones, tan riguroso en sus seminarios, tan inquisitivo en los debates y mesas redondas, también es muy atento y amistoso en el trato personal. Su palabra es escuela, pero me he dado cuenta de que es dueño de una intensa vocación que él ejercita para aprender de sus interlocutores. Quienes lo conocemos, disfrutamos de sus anécdotas y de múltiples  vivencias que suele narrar en las actividades sociales. 

Don Luis es un critico acérrimo de la mediocridad. Pocos ignoran sus comentarios contra las posiciones teóricas que él combate o incluso abomina. Pero tampoco se puede ignorar su respeto y la dignidad con que aborda las disputas filosóficas y las conversaciones de mesa. Acaso tales disposiciones alentaron en mi el criterio de que, pese a su popularidad, la idea de que la opinión ajena siempre debe respetarse es errónea. Se respeta al otro por opinar; pero si  alienta y funde tal opinión en el error, es necesario combatirlo. Bien explica Don Luis que la lógica y el método se estudian y depuran para ello. 

Hoy agradezco a Don Luis Camacho por su trabajo y enseñanzas; por su existencia, por su dedicación a la universidad, a la filosofía, a la docencia. Como otros profesionales de varias generaciones, admiro su valor y compromiso moral, su lucha contra la corrupción. He aprendido mucho de sus disertaciones y de sus textos; también de su  trabajo en el consejo editorial de la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, de su participación en el Círculo de Cartago y de la forma brillante en que ha presidido, por años, la Asociación Costarricense de Filosofía. 

En esta fecha comparto el sentimiento de muchos que le deseamos felicidad y muchos años más, para disfrutar de su palabra y obras.

Álvaro Zamora, 5 de julio, 2021