¿Se adelantó Wallace a Darwin en su origen del ser humano?

*Bernal Morera y Julián Monge-Nájera

Figura. Alfred R. Wallace de 24 años, y Australopithecus sediba
Fuente: Wikimedia commons (https://bit.ly/305Wb1K y https://bit.ly/3e2tye4)

En carta fechada el 29 de mayo de 1864, Alfred Russel Wallace escribió a Darwin sobre el origen del ser humano1:

Mi estimado Darwin:

Siempre estás tan dispuesto a apreciar lo que hacen los demás, y especialmente a sobrestimar mis desganados esfuerzos, que no puedo sorprenderme de tus amables y halagadores comentarios sobre mis artículos…

Hay tanta evidencia de migraciones y desplazamientos de razas humanas, y tantos casos de pueblos de distintos caracteres físicos que habitan en la misma región o regiones similares, y también de razas de caracteres físicos uniformes que habitan en regiones muy diferentes. – que las características externas de las principales razas humanas deben ser, creo, más antiguas que su distribución geográfica actual… África es la tierra más antigua existente … y es, evidentemente, el lugar indicado para encontrar al hombre primitivo. Espero que se pueda encontrar algo bueno también en Borneo… porque no podemos esperar nada del hombre muy temprano en Europa.

Te envío ahora mi pequeña contribución a la teoría del origen del hombre. Espero que puedas estar de acuerdo conmigo. Si puedes, me alegrará recibir tus críticas. Me llevó al tema la necesidad de explicar las vastas diferencias mentales y craneales entre el hombre y los simios, combinadas con diferencias estructurales tan pequeñas en otras partes del cuerpo, y también el explicar la diversidad de “razas humanas” combinadas [en una carta del 10 de mayo, Wallace comentaba que a los antropólogos no les había gustado su propuesta, ya que creían en orígenes separados para cada “raza humana”].

Ha sido un gran placer para mí comprobar que hay síntomas de mejoría en tu salud. Espero que no te esfuerces demasiado pronto ni escribas más de lo que te agrada.

Este sería, en breve, el mismo modelo evolutivo que Darwin presentaría en su Origen del Hombre. ¿Lo tomó Darwin de Wallace?

La respuesta contundente es que no. Ese modelo es el mismo que Darwin tenía desde el inicio para las variaciones de las personas y de todos los demás organismos. Simplemente, ambos científicos llegaron independientemente a la misma conclusión.

Lo interesante es que ya desde aquellos tiempos los antropólogos defendían la idea de que las “razas” humanas eran muy diferentes y habían surgido cada una independientemente a partir de una o varias especies anteriores, una idea de base racista que subsiste hasta nuestros días en la llamada “hipótesis multiregional”.

El modelo biológico de Darwin y Wallace cuenta con abundante evidencia fósil (tenemos los fósiles que muestran el paso de prehumano a humano) y genética (la variación genética de una etnia a otra es mínima, al punto que los hijos de dos “razas” producen personas intermedias perfectamente normales y fértiles). Tras siglo y medio, la hipótesis multiregional no ha presentado ni una sola evidencia contundente, pero por alguna razón los periodistas la siguen incluyendo en casi toda noticia de este tema. 

Aunque en lo anterior tenía razón, Wallace se equivocó al suponer un origen eocénico de nuestra especie, hace 35-55 millones de años. Hoy día la evidencia fósil y de ADN indica que los humanos anatómicamente modernos se originaron en África hace alrededor de 200 mil años, y que todas las personas actuales descendemos por línea (mitocondrial) estrictamente materna de una antecesora común que vivió hace unos 180-200 mil años, y por la línea paterna estricta (cromosoma Y) nuestro último ancestro común vivió hace unos 338 mil años, también en África. Tuvieron parientes del género Homo hace 2.5 millones de años, y del género Australopithecus hace 4.2 millones de años. Pero en cuanto al origen único y a que todas las “razas” o variantes genéticas somos la misma especie, el tiempo le dio la razón.

Ambos científicos difieren en varios aspectos, sobre todo con relación al origen del hombre. Darwin piensa que la selección sexual explica muchas diferencias entre sexos y “razas” humanas, en tanto que Wallace la reduce a límites modestos. Para él, la selección natural explica fundamentalmente el origen físico (“primitivo”) de las razas humanas. 

La idea de que las hembras de cualquier especie de pajarraco tienen la facultad de elegir a sus parejas (al más atractivo, mejor cantante, mejor bailarín, mejor constructor, etc.) no sentaba nada bien en la sociedad victoriana decimonónica, y Wallace no se escapa a este patrón. ¿Qué no podría pretender hacer una hembra humana con un cerebro bastante más grande que el de un ave? Semejante implicación tampoco encajaría en las sociedades científicas occidentales durante casi todo el siglo XX. La solución más simple fue pensar que Darwin había sobredimensionado el papel de la selección sexual en la evolución. En una u otra medida ambos estaban en lo correcto. 

Al menos en público, Darwin había concedido cierto crédito a las ideas lamarkianas del uso y desuso en el desarrollo de los órganos y de la heredabilidad de caracteres adquiridos, ideas muy extendidas en aquel tiempo. Wallace se opuso de plano, para él, es la selección natural darwiniana la que desempeña un papel primordial en el proceso evolutivo. 

Desde El origen de las especies, Darwin había puesto una tendencia materialista al explicar la evolución biológica, excluyendo a los dioses de la ecuación. Y esa línea no haría ningún quiebre por algún órgano en particular, así se tratara del ojo o el cerebro humano. Esa claridad meridiana fue aplicada por sus seguidores inmediatos Huxley y Haeckel. Hasta 1864 Wallace concordaba con esto. La mente humana y la inteligencia habrían sido moldeadas por selección natural. 

Sin embargo, Wallace había compartido de humano a humano con los nativos del archipiélago malayo, viajando entre islas en sus canoas, en busca de especies nuevas de plantas y animales. Como diría Eiseley: había aprendido a amar la belleza moral de aquella gente sencilla. Para él, el cerebro de un “salvaje” no difería del de un individuo medio de las sociedades “cultas”. Siguiendo el desarrollo lógico de sus ideas y vivencias, llega a una posición francamente contrapuesta a los demás evolucionistas. En 1870 propuso que “el cerebro del salvaje era una preadaptación espiritualmente orientada a la civilización”. 

Darwin recibe tales ideas con frialdad y le escribe: “Espero que no haya matado usted por completo a su criatura, que es también la mía”. En tanto que Huxley y Hooker lo critican severamente de “espiritualista” y poco científico. 

Para ponerlo en contexto, la gran encefalización en el género Homo inicia hace 2.5 millones de años, y termina hace 150 mil años. Lo que llamamos la civilización surge hace apenas 10 mil años. En otras palabras, poseer un cerebro grande no es ninguna garantía de que un primate logrará desarrollar una civilización. Tal es el caso de los neandertales y los denisovanos, nuestras especies hermanas; o de nosotros mismos durante el 93% de nuestra historia como especie biológica. 

Pese a las críticas, Wallace se sigue considerando a sí mismo como darwinista por el resto de su vida. Al fin y al cabo, ambos hombres estaban construyendo una teoría científica, donde disentir no convierte a nadie en hereje -aunque sea el maestro quien pudiera estar equivocado. 

NOTAS

* Escuela de Ciencias Biológicas, UNA, Costa Rica; bernal.morera@gmail.comjulianmonge@gmail.com, Laboratorio de Ecología Urbana, UNED, Costa Rica; 

DarwinProject, https://bit.ly/3bWybnf

Referencias

Chan, E.F.K., et al. (2019). Human origins in a southern African palaeo-wetland and first migrations. Nature 575, 185–189. 

Darwin, C. (1859). On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life (1st edición), Londres: John Murray.

Darwin, C. (1871). The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex (1st edición), Londres: John Murray.

Eiseley, L. (1958). Darwin’s Century. Doubleday.

Mendez, F.L., et al. (2013). An African American Paternal Lineage Adds an Extremely Ancient Root to the Human Y Chromosome Phylogenetic Tree. Am. J. Hum. Genet. 92, 3, p454-459.

Rito, T. et al. (2013). The first modern human dispersals across Africa. PLoS ONE 8, e80031.

Wallace, A.R. (1870). Limits of Natural Selection in Man. Contributions to the Theory of Natural Selection (Google Books) (2nd ed.). Macmillan and Company. http://people.wku.edu/charles.smith/wallace/S165.htm