El debate actual sobre el matrimonio gai revela el transfondo de la homofobia existente en el país. Se trata de una situación que empaña a la democracia costarricense, donde se impone la tiranía de lo religioso sobre la igualdad de los derechos civiles. En el país se obstruye la reivindicación de los derechos humanos de las minorías sexuales.
Es como si dichas minorías fueran invisibles, en el sentido expresado en la película Un hombre soltero, de Tom Ford (2009). Lo invisible ahí tiene tres connotaciones:
- Somos invisibles indica una minoría que podría pasar desapercibida, ya que nos “parecemos” o podemos pasar por gente “normal”. Aunque, en realidad esta minoría nunca ha sido invisible, siempre ha sido detectada y su existencia ha producido todo tipo de reacciones.
- Somos invisibles puede significar que las familias sienten y perciben que sus hijos e hijas son gais o lesbianas, pero prefieren no mencionarlo, no hablarlo, hacer como si nada pasara, que todo es normal y perfecto, siempre que se guarden las apariencias y se siga o se imite el patrón heterosexista impuesto. Pero para el gai y la lesbiana esto implica una doble vida, un autoengaño, un simulacro que produce un problema de identidad.
- Somos invisibles, en el filme aparece vinculado al odio, “un odio sin sentido”, según cita de la Biblia. El sin sentido del odio implica que éste tiene como causa el miedo. La argumentación es interesante, por lo que es mejor reproducirla aquí: “otra minoría que pasa inadvertida, las minorías solo se consideran tal cuando constituyen una clase de amenaza, ya sea real o imaginaria, y en eso se haya el miedo, y si esa minoría se hace invisible, el miedo es mucho mayor, y el miedo es la causa de las persecuciones a las minorías, siempre hay una causa, la causa es el miedo, el terror. Las minorías son solo personas, personas como nosotros”. Visto así, el odio y su causa: el miedo, son universales.
El odio no se da en el vacío, siempre es contextual y tiene propiedades narrativas: un comienzo, un nudo y un final, además de tramas, subtramas y temas. Los relatos del odio homofóbico son intentos por reafirmar una autoestima mediante la devaluación del otro (las minorías).
Por lo general, las teorías gai sostienen que el odio de los heterosexuales proviene del miedo de que exista la posibilidad (aunque sea remota) de que ellos también puedan ser homosexuales. A veces, estas historias de odio son construidas por líderes políticos cínicos, que las hacen por los otros.
Existen varias historias de odio con sus particulares identidades, por ejemplo: el extraño, el otro impuro, el enemigo sin rostro, el enemigo de Dios, la ruina moral, el relato de muerte, el bárbaro, el enemigo codicioso y el seductor/violador. Estos relatos de odios los podemos encontrar en nuestros políticos(as) y líderes religiosos y algunos(as) jueces, no es necesario nombrarlos, ya todos los conocemos.
¿Se puede permitir que la democracia costarricense rechace, niegue e invisibilice a sus minorías? La respuesta es un rotundo no. Según Bertrand Russell, en su libro Power (1939), la democracia es el instrumento político para domar el poder; y toda buena democracia tiene el deber de proteger a sus minorías del poder arbitrario y sin sentido. Por esto, una democracia desarrollada implica la defensa y la protección de los derechos civiles y políticos de las minorías sexuales: gais, lesbianas, transgéneros y transexuales. No cabe duda de que en Costa Rica ciertos grupos políticos y religiosos no permiten que la democracia costarricense se robustezca. Para ello, aluden a argumentos falaces.
¡Por cierto: lo natural es la diversidad sexual!
Villaplana.alvaro@gmail.com