Carlos Darwin y sus dos “reglas de oro”. *

*Guillermo Coronado

Estas dos reglas de oro son, primera, el registro de instancias opuestas a sus propuestas teóricas y su consideración previa a publicación.  Segunda, el no comprometerse en polémicas con su consiguiente pérdida de tiempo.

            En efecto, en su Autobiografía, y comentando algunas de las razones del éxito de su Origen de las especies, Carlos  Darwin señala que ello puede “atribuirse en gran parte a que mucho antes yo hubiera escrito dos esquemas condensados, y a que finalmente resumiera un manuscrito mucho más grueso, que ya era a su vez un resumen.  De esta forma pude seleccionar los datos y conclusiones más notables” (Darwin, 1984, 89).  Pero Darwin agrega que también fue importante el que él siguiera, desde hacía muchos años, una “regla de oro”, “a saber, que siempre que me topaba con un dato publicado, una nueva observación o idea que fuera opuesta a mis resultados generales, la anotaba sin falta y en seguida, pues me había dado cuenta por experiencia de que tales datos e ideas eran más propensos a escapárseme rápidamente de la memoria que los favorables” (ídem 89).  Aquí reconoce un aspecto común de la psicología del creador, a saber, que aprecia, valora y mantiene lo positivo a sus puntos de vista, pero olvida y escamotea lo negativo pues lo negativo debilita sus puntos de vista.  En realidad es una situación que se aplica en todos los ámbitos de la vida.  Lo importante es no caer en la trampa del escamotear evidencias fácticas o propuestas teóricas que puedan, en última instancia, falsificar las tesis ya asumidas.  Darwin lograba, de esta manera, gran rigurosidad metodológica en su proceso de pensamiento, y como resultado puede afirmar que “debido a esta costumbre se hicieron muy pocas objeciones contra mis puntos de vista que yo no hubiera al menos advertido e intentado responder” (Darwin, 1984, 89-90)

            Cabe señalar que dos instancias no consideradas por Darwiny que le causaron serios problemas ulteriormente fueron las de la mporalidad geológica y la de la herencia que daría fundamento a la creación de nuevas especies.  Por ello, Lord Kelvin (1824-1907) y Fleeming Jenkin (1833-1885) son los autores que afectaron más seriamente los planteamientos darwinianos.  

            El primero, físico, argumentó que desde las leyes de la física no se podía justificaar los enormes períodos temporales que la geología huttoniana y la evolución darwiniana daban  por sentados.  Cierto era que los seis mil años de la creación no es el tema, pero los intervalos abiertos de los transformistas no se mantienen si asumimos las posibles explicaciones de la vida de nuestro sol.  Darwin no podía superar la cuestión excepto acelerando el proceso evolutivo, introduciendo un sesgo lamarkiano no muy consistente con su planteamiento original.  

            El segundo, ingeniero, en una reseña del Origen en 1867, muestra que la selección natural podría ser incapaz de generar variaciones y especies nuevas mediante los mecanismos de la herencia, porque las diferencias beneficiosas se diluirían en vez de reforzarse en el proceso de la procreación.  Por ello, Jenkin, sin caer en una teoría de la herencia como mezcla, apunta que la selección natural sería insuficiente para mantener las diferencias beneficiosas que permitirían que nuevas formas de vida ganasen la batalla por la existencia. 

            Respecto de la segunda regla de oro, a saber, el no entrometerse en polémicas, aunque algunas veces la incumplió y polemizó con críticos, Darwin la señala como una recomendación muy útil del gran Charles Lyell (1797-1875), en el contexto de sus trabajos de geología, primera etapa del trabajo científico del joven naturalista del Beagle, a saber que que evitara las controversias.  Así, en su Autobiografía, página 91, expresa que Lyell “me aconsejó firmemente que no me enredara en polémicas, pues raramente se conseguía nada bueno y ocasionaban una triste pérdida de tiempo y de paciencia”.

            Lyell había sido el gran defensor y divulgador del nuevo enfoque Huttoniano en la geología.  Su obra en tres volúmenes, Principios de Geología, el primero de los cuales Darwin llevó en su viaje alrededor del mundo como naturalista del Beagle, y los dos restantes los recibió durante el viaje, fue el medio para que construyera su concepción de la naturaleza de la geología.  Y está presente en la etapa geológica de su actividad científica.  A su regreso a Inglaterra, Lyell fue su gran apoyo en el contexto de la Sociedad Geológica.  Posteriormente conformó el pequeño círculo de colaboradores de Darwin, en que están Lyell -geólogo-, Joseph Dalton Hooker -botánico-, Thomas Henry Huxley -médico y biólogo-, Alfred Russel Wallace -naturalista-, y Asa Gray -botánico en Harvard-.  

            Mas de veinte años más tarde, Lyell hará el anuncio de la aparición del Origen de las Especies.  Y como resultado se da una reacción de Darwin que vale la pena rescatar en este momento.

            En 1859, Charles Lyell anuncia, en su discurso ante la sección de geología de la British Association, en Aberdeen, Escocia, la próxima aparición del Origen de las especies de Charles Darwin.  Se expresó en los siguientes términos:  “Sobre este difícil y misterioso tema [el de la evolución] va a aparecer en breve una obra de Mr. Charles Darwin, fruto de veinte años de observaciones y experimentos en zoología, botánica y geología, que lo han llevado a la conclusión de que las fuerzas de la naturaleza que dan origen a las razas y a las variedades permanentes en animales y plantas son las mismas que en períodos mucho más largos producen las especies, y en lapsos de tiempo todavía más dilatados dan a lugar a las diferencias de rango genérico.  Creo que sus investigaciones y razonamientos han logrado aclarar en gran medida muchos tipos de fenómenos relacionados con las afinidades, la distribución geográfica y la sucesión geológica de los seres orgánicos, que ninguna otra hipótesis ha podido, ni aún intentado, explicar”.  (Darwin, 1984, 311)

            A ello, Darwin reaccionó, escribiendo:  “En una ocasión me dio usted una gran alegría, por el modo en que se interesó, como nunca hubiera supuesto, por mis teorías sobre los arrecifes de coral, y ahora me ha proporcionado de nuevo una satisfacción parecida por la manera en que da cuenta de mi trabajo sobre las especies.  Nada podría complacerme más, y se lo agradezco por mí, y más aún por el tema, porque sé bien que sus frases harán que muchos lo consideren con imparcialidad, en lugar de ridiculizarlo” (ídem)

            Y unos pocos días después, Darwin vuelve sobre el tema en carta posterior, y con una oración final de gran efecto.  “Muchísimas gracias por su elogio de Aberdeen.  Estaba últimamente tan cansado y agotado que durante meses he dudado si no estaría malgastando tiempo y trabajo para nada.  Pero ahora no me preocupa lo que diga el mundo entero; siempre he pensado que sus juicios eran acertados, y no voy a dudar en esta ocasión por primera vez. Estoy satisfecho, esté totalmente de acuerdo, o sólo hasta cierto punto, conmigo y con los que piensan como yo, porque mi trabajo no ha sido en vano.  Se reiría si supiera las veces que he leído su párrafo, y que ha tenido el efecto de una copa de vino”. (Ídem, 311-2)

            Regresando a la regla de evitar polémicas, hay una instancia famosa del no involucramiento en polémicas por parte de Darwin y su estrategia ulterior que otros defendieran la causa de la transformación de las especies.  Se trata, en particular,  de la reunión de la British Association for the Advancement of Science, el 30 de junio del año de 1860, en la ciudad de Oxford.   En este día se dió en enfrentamiento entre el Obispo Samuel Widerforce (1805-1873), obispo de dicha ciudad y Thomas H.  Huxley (1825 – 1895).   Este choque marcará todo el desarrrollo posterior entre los partidarios del viejo enfoque del inmutabilismo de las especies y los del cambio de las especies mediante el mecanismo de la selección natural.  Y por supuesto, Darwin no estuvo presente, y la defensa de las ideas transformistas o evolucionistas quedaron a cargo de la demoledora dialéctica de Huxley.  Huxley le había ofrecido a Darwin defender sus propuestas teóricas ya fuera atacando a sus detractores o desarrollando dichas propuestas en el campo científico.

            Pero la polémica de ese día la hemos considerado en una columna anterior titulada “Thomas Henry Huxley sobre el Origen de las Especies de Carlos Darwin y el peso de la prueba”, del 16 de diciembre del 2015”.

Bibliografía.  Darwin, Francis. 1984.  Charles Darwin, Autobiografía y cartas escogidas, vol I,II, [paginación continua].  Selección de Francis Darwin.  Madrid,  Alianza Editorial. 

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