El De magnete de William Gilbert de Colchester. II parte

 *Guillermo Coronado

El libro

El De Magnete refleja una estructura muy ordenada, con seis libros y 115 capítulos, además de un Prefacio por el autor, con interesantes consideraciones metodológicas (1) y un prefacio muy elogioso de Edward Wright. 

En el l libro primero se presenta una reseña histórica de los conocimientos previos sobre lo magnético, desde los griegos, pasando por el asombroso medieval del siglo XIII, Pedro de Maricourt, hasta los desarrollos renacentista, tanto de los técnicos de la navegación como de eruditos investigadores de la naturaleza.  Además, se presenta una descripción de los rasgos fenoménicos más significativos del magnetismo, entre ellos, su polaridad, su divisibilidad no en partes sino en magnetos más pequeños, su atracción del hierro pero no de otras substancias, etc.

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El Experimento de Oersted (1820) como parte de un programa científico de investigación

*Celso Vargas Elizondo

En la anterior perspectiva señalamos que nos llama la atención el carácter optimista, positivo de la presentación de los resultados de sus experimentos por parte de Oersted.  Esto en contraste con lo que nos indica Popper al enfatizar en la falsabilidad de las teorías científica.  Una de las propuestas filosóficas y metodológicas que nos permite explicarlo es la de Lakatos (1922-1974), conocida como Metodología de las programas científicos de investigación.  Es una metodología general que se aplica tanto al desarrollo de la ciencia como de las matemáticas. La propuso en 1965, pero no tuvo el tiempo suficiente para desarrollarla de manera más rigurosa. Sorprendente resulta  la aplicación de esta metodología a diferentes casos en la historia de la ciencia que Lakatos en las que muestra un gran dominio.  Incorpora elementos de otras metodologías, dentro de un marco bastante original y racional. Utiliza conceptos analógicas como núcleo duro de una teoría, heurística positiva, heurística negativa, cinturón protector de la teoría.  No es el único en hacer este uso en filosofía de la ciencia, recordemos a Quine. No obstante lo anterior, permiten ser aplicados de manera bastante precisa en la evaluación del desarrollo de la ciencia. 

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El De magnete de William Gilbert de Colchester. I Parte

*Guillermo Coronado

El presente ensayo que tiene como fin ofrecer una breve panorámica de la obra fundamental de William Gilbert, el De Magnete, que fue publicado en 1600, consta de dos partes, a saber, una de índole biográfica y la otra de breve análisis de la obra antes citada.  A continuación unas pinceladas biográficas acerca de William Gilbert de Colchester.

El hombre

William Gilbert nació el 24 de mayo de 1544, en Colchester, Essex, a unos ochenta kilómetros al noreste de Londres.  Luego de cumplir con la educación elemental se matricula en el St. Johs´s College, de la Universidad de Cambridge, en el año de 1588.  Obtiene su B.A. dos años después, y su M.A. en 1564.  Fue nombrado “mathematical examiner” al año siguiente, y emprende estudios formales de medicina.  En 1569 culmina su M.D. y se le nombra senior Fellow del College.  Por 11 años estará ligado al St. John´s College.

Sin embargo poco tiempo después de su graduación como médico deja Cambridge, y como era de rigor para completar la educación de un inglés, emprende un largo viaje por Europa continental. El tradicional “grand tour” de incorporación al mundo intelectual de su interés, que en este caso le toma unos cuatro años, y se centra especialmente en la visita a Italia.  Al regreso, se establece en Londres desde 1573 e inicia una exitosa carrera como médico.  Igualmente se destaca por su interés en los estudios científicos, en especial en temas químicos, físicos y cosmológicos.  Conforma una importante biblioteca científica, una gran colección de instrumentos científicos, algunos de su propia invención.  Su casa en Londres se convierte en importante centro de reuniones de los interesados en las ciencias.  En consecuencia, podría verse como un remoto antecedente del Colegio Invisible, Rgrupo de intelectuales interesados en ciencias, bajo la dirección de obert Boyle, que deviene posteriormente en lo que será la Real Sociedad de Londres a mediados del siglo siguiente.

Algunos contemporáneos señalan que la inversión de Gilbert en instrumentos científicos alcanzó la enorme cifra de cinco mil libras esterlinas.

Hacia 1576 se le admite en el Real Colegio de Médicos, en el que también desempeña exitosamente varias funciones, carrera que culmina en 1599-1600, con el nombramiento de Presidente de dicha institución médica.  Al año siguiente, 1601, se convierte en médico de la corte de la Reina Elizabeth I.  A la muerte de la reina, el 24 de marzo de 1603, se le mantiene como médico del sucesor, Jaime I, pero lamentablemente Gilbert muere a fines de ese mismo año, el 30 de noviembre de 1603, víctima de la plaga de peste bubónica de ese año que asoló a Londres.  Está enterrado en su ciudad natal de Colchester.  Como nunca se casó ni tuvo descendencia, Gilbert dona sus instrumentos científicos y su gran biblioteca al Real Colegio de Médicos, pero todo ello se perderá como consecuencia del gran incendio de Londres en 1666.

Su obra fundamental, resultado de dieciocho a veinte años de lecturas y experimentos, De magnete Magneticisque Corporibus et de Magno Magnete Tellure Physiologia Nova, plurimis & argumentis, & experimentis demonstrata, (conocida en español como Sobre los imanes, los cuerpos magnéticos y el gran imán terrestre) fue publicada en 1600, por Peter Short, en Londres.  Elzeviers, la famosa editorial continental la publica en 1628.  El libro está escrito en latín como lo exigía el rigor intelectual de aquellos tiempos.

Sin embargo no será sino hasta 1893 que aparece traducción al inglés por Paul Fleury Mottelay, seguida poco después por la traducción de Silvanus Thompson, aparecida en 1900.

De Magnete, 1628

Como se verá en más detalle en la segunda parte de este texto, el De Magnete no solamente es importante por el estudio de los imanes sino también de la electricidad, fomentando una serie de investigaciones sobre fenómenos eléctricos de gran importancia.  Pero también poniendo juntas las investigaciones del magnetismo y la electricidad.  Y lo que para Gilbert es una simple yuxtaposición luego resultará fundamental en la conformación del electromagnetismo. 

Como resultado de la aparición de dicho libro, William Gilbert se convirtió en una estrella fulgurante en el firmamento intelectual europeo, como lo evidencia las referencias de Kepler y Galileo a las investigaciones de Gilbert.  En el caso particular de Kepler, en su obra Astronomía Nova, 1609, se considera al Sol, foco del movimiento de la órbita de Marte, como un gran imán que ejerce su fuerza magnética sobre Marte y por tanto atrayendo y repeliendo al planeta.  Y específicamente Kepler  reconoce el papel de la filosofía magnética de Gilbert.  

Otro trabajo importante de William Gilbert de Golchester, De Mundo Nostro Sublunari Philosophia Nova, fue publicado en forma póstuma por su medio hermano, William de Melford, en 1651, en Amsterdam.  Como la describe el mismo Gilbert al mismo inicio del libro se propone una “Philosophia nova contra Aristotelem”.  Pero no tuvo ni por asomo el impacto del De Magnetelibro que trataremos en la segunda entrega de este breve ensayo.

Interpretación Popperiana del experimento de Oersted de 1820

*Celso Vargas Elizondo

Para Popper, la ciencia progresa mediante un constante proceso de resolución de problemas. Cuando se arriva a una idea, por ejemplo, “es posible la interacción entre la electricidad y el magnetismo”, el primer problema que enfrenta el científico es expresar esa idea en términos lo más precisos, por ejemplo, “puede determinarse (observarse) la interacción entre electricidad y magnetismo”. El segundo problema que enfrenta es convertir esta idea de forma que se puedan derivar consecuencias experimentales.  Por ejemplo, “Si existe interacción entre electricidad y magnetismo, al aplicar una corriente eléctrica X al arreglo Y, se producirá un efecto Z”; prestando atención a que el consecuente efectivamente sea deducible del antecedente.  Tercero es importante hacer explícitas las hipótesis auxiliares de manera que resulte claro que, del arreglo experimental propuesto, puede someterse a contrastación la afirmación “existe interacción entre la electricidad y el magentismo”. Finalmente, llevar a cabo el experimento esforzándose por encontrar un resultado negativo.  Si se obtiene, aplicando Modus Tollendo Tollens (MT) podemos concluir que el antecedente es falso. Es decir, que no hay interacción entre la electricidad y el magnetismo. Si el resultado fue positivo, es decir, se corrobora la interacción entre electricidad y magnetismo, se afirma que, de manera tentativa, la teoría ha pasado la prueba, pero en ningún sentido se puede afirmar que haya sido confirmada, pues el siguiente caso o experimento podría falsar la teoría en cuestión.

Varios problemas importantes enfrenta esta metodología.  Nos centraremos en los cuatro siguientes:

a) Caundo un resultado experimental es negativo, realmente lo que tenemos en una conjunción entre la hipótesis H, y las hipótesis auxiliares que hemos introducido durante el proceso de experimentación.  En este caso, tenemos que lo que se somete a experimentación es la conjunción de H y Ai, donde Ason las hipótesis auxiliares.  El MT lo que establece es que: Si P implica Q, y Q es falso, entonces, P es también falso, es decir, No-P.  En este caso, P es (H ˄ A1˄ … ˄ Ai) y, por tanto, No-(H ˄ A1˄ … ˄ Ai) es igual a decir, No-H o No- Ao….o No- Ai.   Es decir, no implica que H sea falsa, sino que puede ser alguna o algunas de las hipótesis auxiliares. Popper es muy consciente de este problema e introduce la siguiente regla metodológica: “… se considerarán aceptables únicamente aquellas cuya introducción no disminuya el grado de falsabilidad o contrastabilidad del sistema…, sino que lo aumente”.

b) El experimento no está adecuada diseñado.  Aquí tenemos dos opciones.  Uno, que se deba a aparatos defectuosos, como es el caso de los primeros experimentos de Oersted.  Esto se corrige, como también hizo Oersted, mejorando los dispositivos requeridos para un mejor experimento.  El segundo caso es cuando los resultados obtenidos no son replicables.  Un ejemplo en cuestión fueron los experimentos de Bitter sobre magnetoquímica.  Estos fueron seriamente criticados por Paul Erman (1764-1851) un destacasdo físico. Fueron tan severas la críticas que propicio un estancamiento en este ámbito del conocimiento durante varias décadas.

c) Cuando los resultados no son claramente interpretados. Esto sucedió también con la interpretación de los resultados de Oersted que introdujo teorías como “conflicto eléctrico” que hacían poco claro el impacto de su experimento.  Desde luego esto sucede cuando un determinado campo de la investigación es incipiente, es decir, cuando los conceptos y la teoría sobre el campo no han sido consolidados.  Finalmente,

d) Cuando el incipiente desarrollo de un campo permite que se cuestione fuertemente la validez del supuesto de partida.  En este caso, de que existe interacción entre electricidad y magnetismo.  Ampére analizó con detalle el experimento de Oersted y propuso una interpretación teórica de los resultados, muy consistente, basada en el supuesto de que la electricidad y el magnetismo son fenómenos diferentes y que el efecto observado es una forma de  manifestación de la electricidad. Para este autor, entonces, el experimento de Oersted no establece ningún tipo de interacción.

Cuando realizamos la lectura del reporte de sus experimentos de Oersted publicado en  1820, no encontramos mucho de la perspectiva popperiana.  Más bien, nos parece que hay un esfuerzo por describir, de manera bastante precisa, el experimento realizado de manera que se pueda replicar.  De hecho, incluso recurre Oersted a una técnica para memorizar mejor una de las condiciones.  Dice “(p)ara que estas cosas puedan ser más fácilmente recordadas, usemos esta fórmula: el polo sobre el cual la electricidad negativa entra, se vuelve hacia el oeste, cuando entra por debajo, se vuelve al este”.  El reporte del experimento está escrito de manera muy positiva lo que pone de manifiesto el convencimiento del autor, no solo en relación con la idea de la interacción entre la electricidad y el magnetismo, sino también en el sentido de que ha establecido una prueba experimental de que es así.  Más aún, en el reporte de sus experimentos hay un esfuerzo por proponer una interpretación de los resultados y extrapolar los resultados obtenidos a otros ámbitos científicos.   Por ejemplo, en relación con su teoría de los “conflictos eléctricos” señala que ha demostrado que el calor y la luz están en conflicto eléctrico, de manera que el conflicto eléctrico es un fenómeno más general.

Por lo anterior, nos parece que debemos buscar otras posibilidades teóricas de entender este tipo de experimentos; lo cual haremos en dos próximas perspectivas.

La electricidad y el magnetismo

*Amílkar Mora Sánchez

La electricidad y el magnetismo en la actualidad son una sola parte de la física, el electromagnetismo. Ese cambio –la unificación de los fenómenos eléctricos y magnéticos en un solo campo de estudios– procede de un descubrimiento que acaba de cumplir sus 200 años y cuyo descubridor, Hans Christian Oersted (1777-1851), también acuñó el término “electromagnetismo” (Beléndez, 2015).  Oersted descubrió que la corriente eléctrica produce efectos magnéticos, por lo que electricidad y el magnetismo tienen relación.

Esta efeméride es importante porque supone un notable cambio, ya que desde el inicio de la racionalidad filosófica (siglo VI a.C., con los jonios de Mileto) se consideraba a la electricidad y al magnetismo como fenómenos distintos (que no tenían por qué estar vinculados). Ese cambio llega a una culminación con J. C. Maxwell, cuando este presenta el conjunto de ecuaciones que llevan su nombre y con las que, además, se vincula matemáticamente a la electricidad y el magnetismo con la óptica, lo que inauguró un enorme campo de posibilidades.

El descubrimiento que nos ocupa posee antecedentes que se pueden dividir en dos períodos: uno más “intuitivo” –antes de 1801– y otro práctico, de ese año hasta abril de 1820 (la publicación de sus resultados es fechada el 21 de julio). El primero, porque al parecer Oersted no se creyó del todo eso que creía saberse desde tiempos de Anaximandro sino que desde la niñez manifestó gran inquietud y curiosidad como exitoso estudiante, primero de farmacia (e hijo de farmacéutico) y luego de ciencias y filosofía. El otro período, ya siendo un físico importante, es signado por la búsqueda de la relación entre electricidad y magnetismo, idea que tenía (seguramente también) el físico alemán J. W. Ritter, a quien conoció en alguno de sus viajes de esos años. Cabe hacer aquí dos acotaciones: la formación filosófica de Oersted le brinda como inspiración la filosofía F. Schelling, que lo hace sospechar “una unidad subyacente dentro de todas las manifestaciones de fuerzas dentro de la naturaleza” (Vargas, 2019). Y, esa idea y la posibilidad de la relación entre los fenómenos que dan título a estas líneas, y la conclusión –merced a Oersted– de que ella existe, no suponen su unificación sino que el establecimiento del electromagnetismo entendido como un solo ámbito de la física debe esperar al menos una década.

La búsqueda de esa relación se hace práctica desde 1801 porque es entonces cuando Oersted empieza a experimentar usando sus propias versiones de pilas eléctricas, que A. Volta había inventado el año anterior. El experimento de 1820, “había sido diseñado por él para explicar el tema de las analogías entre electricidad y magnetismo” (Vargas, 2019), analogías identificadas desde 1774 gracias a las diligencias de la Sociedad Científica de Baviera. En él se usó una batería galvánica…

“Hecha en compañía de su amigo Esmarch la cual consistía en 20 cubetas de cobre de doce pulgadas de largo y alto, pero de solo 2,5 pulgadas de ancho. Cada cubeta contaba con dos placas de cobre encorvadas de tal manera que pudieran sujetar la barra de cobre que sostiene la placa de zinc que se sumerge en el agua de la siguiente cubeta. Dicha agua contenía 1/60 de su peso de ácido sulfúrico y una cantidad similar de ácido nítrico” (Pérez y Varela, 2003, p. 94. Tomado de Vargas, 2019, p. 53).

Hacer notar esto tiene su importancia, pues –escribe Beléndez– que “se ha propagado la historia de que su descubrimiento se había producido de forma fortuita, casi por azar, cuando realizaba experiencias con una corriente eléctrica en clase con sus alumnos y vio que dicha corriente hacía girar la aguja de una brújula que tenía en la misma mesa. Esta versión tiene su origen en una carta que envió uno de sus discípulos a Faraday casi cuarenta años después del descubrimiento”. El sociólogo R. K. Merton introdujo, para designar descubrimientos científicos fortuitos, la palabra serendipity, que Horace Walpole había usado previamente con el significado de “casualidad afortunada” (Capanna, 2011). Pero Pablo Capanna advierte que “cuando introdujo el concepto de “serendipia”, Merton se proponía complementar al método hipotético-deductivo para dejarle algún margen a la variedad de experiencias posibles”. Y agrega que…

El sueño baconiano o positivista de un método perfecto tiene una limitación esencial: si existiera algo así, bastaría con seguirlo fielmente para producir avances significativos del conocimiento, sin necesidad de talento alguno.

A veces, los proyectos demasiado específicos producen escasos resultados, porque no permiten que la mente se mantenga abierta a lo imprevisto. Como observaba Arthur Kornberg, Nobel de Medicina, la investigación se parece más al pool que al billar. Por eso recomendaba dar a los investigadores una sólida formación en ciencia básica, entendiendo que los avances más importantes a veces habían venido de la curiosidad en torno de cuestiones fundamentales de física, química o biología. (Capanna, 2011).

Ciertamente, es el caso con Oersted, ya que poseía una formación excelente tanto en ciencias como en filosofía. Mediante otro experimento, en 1820, demostró que cuando un conductor lleva una corriente, produce un campo magnético –decimos actualmente– pues la noción de campo no estaba ni remotamente desarrollada.

En este experimento, varias brújulas se colocan en un plano horizontal cercanas a un alambre largo vertical (…) Cuando no existe corriente en el alambre, todas la brújulas apuntan a la misma dirección (que el campo terrestre) como se esperaría. Sin embargo, cuando el alambre lleva una gran corriente estable las brújulas se desvían en dirección tangente a un círculo (Serway, 1993, p. 855).

Ahora bien, aunque Oersted introduce el término electromagnetismo, no es sino con M. Faraday, luego de las experiencias que evidencian la inducción electromagnética (en 1831), que se establece claramente la unión de la electricidad y el magnetismo. Los conceptos de “líneas de fuerza” y de “campo magnético” proceden de Faraday, y fueron formulados también alrededor de ese año.

Finalizamos con dos conclusiones. El experimento de Oersted no fue algo tan “simple” como se infiere de algunos enunciados. Y, ya lo señaló Lagrange, descubrimientos así le ocurren a quienes los provocan (Beléndez).

Interpretación Convencionalista del Experimento de Oersted

*Celso Vargas Elizondo

  1. El convencionalismo

El convencionalismo fue un movimiento filosófico muy importante durante las primera siete décadas del siglo XX en la comprensión de la tarea científica.  Reconocemos dos momentos en el desarrollo de esta perspectiva: las primeras décadas del siglo XX con Pioncaré, Duhem y Reichenbach; y una segunda etapa bajo la tesis de la “subdeterminación” de las teorías científicas, tesis conocida como Duhem-Quine.  Se puede consultar con mucho provecho a Torsten Wilholt (2012) Conventionalism: Poincaré, Duhem, Reichenbach, disponible en la web.

La característica principal del convencionalismo es que no considera un sistema científico como verdadero, sino “verdadero por convención” (Lakatos, 1970, History of Science and Its Rational Reconstructions). No significa esto que un sistema científico sea arbitrario, pues la selección de la convención responde a criterios, entre otros, la simplicidad.  En el capítulo de Popper sobre “simplicidad” (1958 Logic of Scientific Discovery), muestra que la adopción de la geometría euclidiana, sobre otras de más dimensiones, responde el hecho de que es más fácil modelar fenómenos físicos en términos de esta geometría.  En este sentido, los científicos y también matemáticos, buscan estrategias para reducir un problema de múltiples dimensiones a uno de menores dimensiones siempre y cuando sea representativo del problema a resolver.  Pero en un sentido mucho más profundo, la segunda tesis es que las teorías científicas “dicen más” sobre la realidad que el mundo mismo, por ejemplo, el espectro de las ondas Hertz, es mucho más amplio que el tipo de ondas que encontramos en la realidad, incluyendo las artificiales.  Dado este hecho, varias posibles teorías serían compatibles con los datos.  Por convención se adopta aquella que sea más simple.

Como toda convención requiere el consenso de la comunidad científica para adoptar una determinada teoría.  El proceso del desarrollo de la ciencia está profundamente marcado por este esfuerzo de los representantes de las teorías por imponer su teoría a la comunidad científica, en dos sentidos, lograr nuevos adeptos, y mostrar que su teoría es más simple que las rivales.  Sin embargo, debemos señalar que es muy difícil proponer criterios de simplicidad de manera general.  Y este es uno de los principales problemas del convencionalismo.

2. Análisis del experimento de Oersted

El experimento de Oersted se encuentra el inicio del rápido desarrollo, tanto teórico como experimental, en el campo del electromagnetismo.  Progresos que se alcanzan gracias a destacadas figuras científicas como Faraday, Helmholtz, Maxwell y Hertz, entre otros. De 1820 a 1890 veremos desarrollarse y florecer este importante campo de la investigación científica.  Así pues, en 1820 todavía no contamos con una teoría, entendida, como dice Duhem, como “un sistema matemático de proposiciones, deducido de un pequeño número de principios, cuyo objetivo es representar lo más simple, completo y exacto como sea posible un conjunto de leyes experimentales”, en términos del cual poder aplicar los criterios convencionalistas.

Sin embargo, encontramos en el experimento de Oersted algunos elementos que concuerdan con los criterios convencionalistas, por ejemplo, la formación de una red conceptual que permita darle sentido a los hallazgos en este nuevo campo de la investigación científica.  Quiero centrarme en dos estos elementos de la red conceptual.

Se desprende de lo dicho anteriormente, que para el convencionalista la aceptación de los resultados científicos dependen del consenso de la comunidad científica.  En este sentido, Oersted hace un importante esfuerzo por buscar testigos y formas de validación de sus resultados, incluyendo desde luego, una legitimación del vocabulario o terminología correspondiente.  Invita Oersted a distinguidos testigos y describe su serie de experimentos con el fin que sean repetidos y aceptados por otros investigadores.  Y su trabajo será pronto reconocido y premiado, es decir, alcanza el consenso, condición importante para el convencionalista.

Distinguimos en Oersted tres tipos de vocabulario en la presentación de sus experimentos: a) vocabulario que describe conceptos obtenidos con antelación, como gálvano, aguja magnética, circuito galvánico, receptáculos de cobre, polo opuesto, ácido sulfúrico y ácido nítrico, entre otros.  b) vocabulario no técnico tomado del uso ordinario como Este, Oeste, magnitud, goma (gum-lac), giros, entre otros. c) términos técnicos introducidos por el mismo Oersted:  conflicto eléctrico (actualmente, campo magnético), electricidad negativa (actualmente, flujo de electrones), inclinación de la aguja (desplazamiento de la dirección de la aguja), unión conductora (joining conductor) y fuerza eléctrica, entre los más importantes. Sin embargo, lo que hemos indicado en este párrafo  constituye un elemento superficial del convencionalismo, por las limitaciones anteriormente indicadas.

3. Problemas relacionados con convencionalismo

Quisiera referirme brevemente a dos tesis que considero problemáticas del convencionalismo.  La primera es que la tarea de la comunidad científica es arribar a un sistema científico por convención, es decir, aceptarlo verdadero por convención. La segunda es la consideración de un sistema científico como “un sistema matemático de proposiciones, deducido de un pequeño número de principios, cuyo objetivo es representar lo más simple, completo y exacto como sea posible un conjunto de leyes experimentales”.   En ambas tesis, el compromiso de la investigación científica por la búsqueda de la verdad es dejada de lado.  Somos conscientes, desde luego, de las dificultades de proporcionar una definición general adecuada de verdad, cosa que intentaremos en las dos perspectivas siguientes sobre este tema.  El énfasis en el carácter deductivo de la ciencia, refleja un aspecto muy importancia de la ciencia; el segundo es la “interrogación” a la naturaleza, en el caso específico de las ciencias naturales.

COVID-19: filosofía, ciencia y tecnología

*Álvaro Carvajal Villaplana

Ante la crisis sanitaria que provoca el COVID-19 en el país, la periodista María Gabriela Mayorga López, de la Oficina de Divulgación de la Universidad de Costa Rica, me solicitó que le planteara dos preguntas, con sus respectivas respuestas acerca de los aportes de la filosofía ante la crisis. Esto para ser publicado en el Suplemento de Ciencia y Tecnología, en el Semanario Universidad. Pero, como mis respuestas fueron amplias, y en razón de la corta extensión de lo solicitado, he pensado que, para no mutilar el texto, lo mejor es publicarlo en la columna Nuevas Perspectivas, del Círculo de Cartago.

Las dos preguntas que me hice son: (I) ¿Contribuye la historia de la filosofía a comprender la situación actual de la pandemia del COVID-10?, y (II) ¿puede la filosofía aportar algo a la aplicación de la ciencia y la tecnología a la lucha contra epidemias?

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Agüela y Sartre in memoriam*

*Álvaro Zamora

L´Agüela nació en 1905 y su madre la premió con el nombre de Felícitas. Pasó la infancia en San Pablo, pero de joven se mudó a Heredia. Pasados algunos años, pudo comprar ahí una casa de adobes con fachada estrecha y largo patio. Ha de haber recibido ayuda económica de mi abuelo, un gamonal tuerto, que yo apenas vi una o dos veces. 

L´Agülela fue una trabajadora escrupulosa y exigente consigo misma. Practicó una fe católica simple, sincera e inquebrantable. Cuando ella cursaba los sesenta años,  me confesó haber querido terminar la escuela. Pero en su escuela solo daban lecciones hasta el tercer grado. Por suerte, desarrolló un placer enorme por la lectura. Antes de dormir, me leía Las mil y una noches, capítulos de El Quijote, los Cuentos de mi tía Panchita, algunos libros de Verne, uno de Wells, Pinocho y una colección de aventuras que mi madre le compró  a un vendedor de enciclopedias que pasaba por casa de cuando en cuando. 

L´Agüela era una mujer gruesa, fuerte y muy bajita; tenía la piel curtida, aindiada, oscura; su voz era incontrovertible, muy ronca. Parecía una mujer severa. Enfrentaba las situaciones con inesperada racionalidad, pero nunca negoció sus creencias ni sus principios. 

De ella aprendí valores fundamentales; también me enseñó secretos culinarios; aunque nunca fui capaz de reproducir sus cajetas de maní,  ni su picadillo de fiesta. Todavía admiro su vocación cínica por la verdad. Creo que mi primer contacto con la ética –es decir, con reflexiones sobre temas morales– proviene de sus explicaciones sobre dicha vocación. No llegó a los excesos del infame filósofo de Sinope, pero ella también despreciaba la ostentación y el derroche material. Si le regalaban un  vestido, lo guardaba hasta gastar (después de coserlo una y otra vez) los que tenia en uso: “Aprenda, m´hijito –solía decir– lo viejo guarda lo nuevo”. Para la celebración de mi bachillerato, ella estrenó un bello traje blanco que había comprado once años antes. 

Mucho antes de leer El existencialismo es un humanismo (por orden del profesor Ramón Madrigal Cuadra, en la UCR) yo aprendí de L´Agüela que somos lo que hacemos y que –aunque parezca inconveniente o peligroso a veces– es correcto y necesario ser honrado y defender la justicia. Por esas razones la invoqué cual personaje, décadas después, en un libro de ética (EUNED, 2008).

Jean Paul Sartre también nació en 1905 y de su obra he aprendido mucho. Como L´Agüela, él era bajo de estatura y pensaba que “no tenemos más que esta vida para vivir”[1]. Su paso por el mundo fue muy diferente al de Felicitas, sin duda; pero, como ella, defendió la mayoría de sus convicciones con ahínco, aunque,  a diferencia de ella, él fue ladino en sus relaciones amorosas y con varios de sus amigos.

Sartre –a quien, como a L´Agüela, he dedicado muchas páginas–  es uno de los filósofos más famosos del siglo XX. Suele ser recordado como existencialista, aunque su trabajo más importante es fenomenológico y de orientación marxista. Algunos lo consideran el último gran filósofo moderno, dado que en su obra reconsidera la idea del cogito. Se enriquece críticamente con la filosofía de Hegel, la de Kant, Husserl, Heidegger y con la obra de Freud. No obstante, va más allá de tales rutas, al dar sentido y perspectiva a una ideología compleja. Él la desarrolla  siguiendo al materialismo dialéctico, pero cree que dicha filosofía no debería eludir  el estudio de “la mediación privilegiada que le permite pasar de las determinaciones generales y abstractas a ciertos rasgos del individuo singular”[2]. En palabras simples, y parafraseando una famosa fórmula de Cuestiones de método [3], podemos decir que eso implica dar cuenta de L´Agüela desde dos perspectivas correlativas dialécticamente:  Felícitas es una mujer de extracción campesina, pero no toda mujer de esa extracción es Felícitas”. 

Vale recordar otra idea de Sartre que seguramente ella compartiría: “el hombre se elige en relación con los otros”[4].  Algunos han querido ver en esa afirmación de  El existencialismo es un humanismo un pecado metafísico con el que Sartre anula nuestras diferencias y –sobre todo– elude el problema de la violencia, la desigualdad, la alienación. En su legado literario y en ensayos filosóficos como Cuestiones de métodoCrítica de la razón dialécticaEl idiota de la familia¿Qué es la literatura?, Las palabras y varias obras póstumas, él ridiculiza tal interpretación. En su Autorretrato a los sesenta años resume así su verdadera posición: “una teoría de la libertad que no explique al mismo tiempo –como él hace en las referidas obras– qué son las alienaciones, en qué medida la libertad puede dejarse manipular, desviar, volverse en contra de sí misma” es una teoría que “puede confundir muy cruelmente”[5]

He ahí dos legados de moral que han moldeado mi existencia. Uno cercano y práctico; el otro es teórico. Las implicaciones de ambos se hallan en proceso. 

A cuatro décadas de la muerte del filósofo, dedico estas líneas a conmemorarlo, cual complemento teórico de muchas vivencias compartidas con Felícitas.

Cartago, abril, 2020.


[1] Sartre, J-P. (1972) Obras (trad. A. Bernárdez y otros). Buenos Aires: Losada. 955.

[2] Sartre, J-P. (1960) Crítica de la razón dialéctica (precedida de Cuestiones de método). (trad. M. Lamanna). Buenos Aires, Losada, 56.

[3]

[4] Sartre, J-P. (1977) El existencialismo es un humanismo (trad. V. Prati). Buenos Aires: Sur, 55.

[5] Sartre, J-P. (1977) Autorretrato a los sesenta años (Situaciones X) (trad. J. Schvertzman). Buenos Airs: Losada, 126.

Cocina, filosofía y Premio Magón*

*Álvaro Zamora

Es innegable que el patrimonio culinario (o, si se prefiere, la gastronomía) ocupa –desde la Antigüedad y más allá de ella– un lugar privilegiado en cada cultura. Se habla de la cocina china, la cocina mexicana o la cocina francesa como elementos esenciales que caracterizan a las naciones o a ciertas tendencias del gusto; son difundidas así por todo el orbe. Los grupos nómadas del Sahara también cuentan con una cocina propia, en Islandia y en la India disfrutan de platillos que yo no he aprendido a disfrutar. 

Cada país tiene su cocina, en la cual se incluyen, necesariamente, las cocinas regionales. Costa Rica, por ejemplo, cuenta con el gallo pinto de Santa Cruz (muy seco) que difiere bastante del que ofrece un conocido restaurante cartaginés (más húmedo, poblado con diminutos cortes de chile, cebolla, ajo y culantro). La receta del delicioso rondón que ofrece los miércoles un restaurante en la playa de Manzanillo no ha llegado a noticia de las cocineras de la emblemática Coopetortillas de Santa Cruz. Acaso esos y otros establecimientos merezcan alguna reflexión filosófica (como las de la periodista y filósofa Valeria Campos, del instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso). Merecen, seguramente  hasta un premio de cultura. 

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De comida y de filósofos*

*Edgar Roy Ramírez

Una especialista en alta cocina, quien le ha dado alcurnia a la cocina costarricense, es galardonada con el premio Magón y tal otorgamiento ha desatado la furia de Arnoldo Mora: “No se puede confundir el Quijote con el directorio telefónico.  No se puede comparar un poema de Jorge Debravo con una receta de cocina…” (Semanario Universidad: 11-02-20); “…le dan el premio, dicho con todo respeto, a alguien que hace muy bien el arroz con pollo”.  La retórica no oculta los insultos ni la furia: ¿quién en su sano juicio confundiría una guía de teléfonos con el Quijote?  El insulto es obvio y el modificador “dicho con todo respeto” no suaviza en ningún sentido la afrenta de que se le otorga el premio a alguien que hace muy bien el arroz con pollo.

La cultura da arraigo y da identidad.  Por la comida una parte muy pequeña del cosmos entra en nosotros, para mantenernos en la existencia.  Empero, no se agota allí, cada vez que comemos apoyamos, queriéndolo o no, unas formas de tratar el ambiente, el planeta, a otros seres humanos y a animales no humanos.  Por eso, la comida tiene repercusiones éticas y políticas.

en la cocina

se defiende la vida

                        con tomates

                        ajos

                        cebollas

y demás frutos de la tierra

y del sudor de tanta gente

            la cocina 

            es la primera trinchera.

Los filósofos no le han puesto suficiente atención a la cocina como una fuente genuina de creatividad, de gozo y de comensalidad, como una manifestación importante de la cultura.  La explicación de esta actitud parece ser el haber convertido la vista y el oído en sentidos centrales epistémica y estéticamente, en detrimento de los otros sentidos.