Materia y fuerzas en el Opus Postumum de Kant (II)

*Guillermo Coronado

En este punto, cabe resaltar una ulterior profundización de la crítica al enfoque mecanicista imperante en ese entonces y que lleva a enfoques alternativos del tipo de Leibniz o Roger Boscovich, en su Teoría de Filosofía Natural( 1763), aunque ninguno tomado en su textualidad.  En el primer caso renace la importancia de lo orgánico o el todo de lo vivo sobre la suma de las partes del compuesto inorgánico.  En el segundo, la copresencia de la atracción y la repulsión como dimensiones fundamentales de las fuerzas básicas.

En consecuencia se distingue entre vis viva y vivifica: “La fuerza viva, vis viva (por impacto) debe ser distinguida de la fuerza vivificante (vis vivifica).  Esta última [va] en un sistema del mundo aparte; su fuerza de generación es quizá la causa de plantas y animales”(102). “La vis viva no es fuerza vital, no es orgánica sino mecánica, y sin embargo, cabe representarse también a la fuerza mecánica por analogía con lo orgánico, y también al contrario”(168).    

Para volver a la línea principal de la cuestión, se tiene que: “Todo principio primero del movimiento presupone una primera fuerza motriz (primum movens) y un primer motor (primus motor), el cual no puede ser pensado sino como idea de este movimiento, y en consecuencia como moviendo libremente (libere movens).  El mecanismo del primer movimiento es, por lo tanto, a la vez un organismo, es decir, un sistema de las fuerzas motrices que tienen un fin como Principio suyo, o sea: que tienen por causa algo inmaterial. Tal fuerza puede ser denominada fuerza vital (vis vitalis, no vis viva: pues se entiende por fuerza viva la [producida] por movimiento efectivo, en oposición a la del nisus hacia éste); yo la llamo fuerza vital de la materia.  De este tipo son los cuerpos de los reinos vegetal y animal, que reproducen y conservan su especie” (198)  “[…] Igual que son representadas las sustancias orgánicas como vivas, cabría representarse del mismo modo a la tierra entera, pues los animales son alimento mutuo unos de otros, como lo son también los vegetales para los animales, de modo que hay que considerar a todos ellos en conjunto como formando un todo orgánico, no sólo mecánico.  Son máquinas, pero no la tierra misma”. (199)    

De manera más precisa, Kant presenta al éter como la hipótesis de una materia en relación con la cual todo cuerpo es permeable; ella misma es, empero, autoexpansiva. (170) 

Es importante, diferenciar el éter clásico, aristotélico-escolástico, que supone la heterogeneidad del cosmos, de un enfoque elementarista del éter, puesto que Kant propugna más bien un enfoque a partir de una estopa fundamental.  Con terminología más tradicional un principio del cual se generarían los elementos. También considerar que el tema del éter no es totalmente ajeno en la propuesta cosmológica ulterior a Newton puesto que él mismo lo propuso en algunas  ocasiones.  Por cierto, esta física típica de lo que luego será la del campo electromagnético es un contra fáctico para la unicidad del enfoque mecanicista newtoniano, base de los juicios sintéticos a priori de la física como se apuntó anteriormente. 

Kant plasma de manera sintética toda la cuestión en los dos siguientes fragmentos: “La estofa primordial [Urstoff] de lo móvil en el espacio y animado de fuerza motriz, es imponderable, incoercible, incohesible e inexhaustible, según las categorías de cantidad (cuya medida es el peso), cualidad (como fluido), relación (como materia meramente repelente que penetra sustancialmente a toda otra y que, siendo adhesible a otras materias ponderables y cohersibles, no es cohesible de suyo), e inexhaustible, es decir, tal que no puede ser agotada por las materias a las que penetra” (171).  “[…] Tiene que haber una materia en virtud de la cual sea posible prácticamente la ponderabilidad, sin que ella misma tenga peso, la coercibilidad sin que ella misma sea externamente coercible, la cohesión sin que ella sea internamente coherente y, por último, la ocupación activa de todos los espacios de los cuerpos sin que se agote o disminuya esta estofa omnipenetrante; y ello precisamente porque todas las fuerzas motrices, mecánicas, es decir, externas –en cuanto fenómenos—sólo son posibles por las dinámicas, siendo su efecto lo que hace posible la experiencia.  La materia de esta fuerza que agita originaria e incesantemente (materia llamada calórico, sin que con esto se insinúe un cierto efecto de ella sobre los sentidos) viene aquí postulada, según un Principio a priori de la necesidad de esos movimientos, como una estofa que no es hipotética sino tal que, con ella –por la atracción y repulsión de todas sus partes como un todo absoluto–, comience inicialmente el movimiento (cuyo estado no es ya ulteriormente explicable); pues, en efecto, una tal relación de las fuerzas internamente motrices es idéntica al concepto de un todo absoluto de causas eficientes del movimiento, aunque la causa primera de su actus (como sucede en todo acaecimiento inicial) sea ciertamente inexplicable” (205).

Para terminar, el siguiente texto es significativo porque no solamente reitera las cuestiones relativas al status del calórico, sino por hacer referencia al tiempo como una nota del mismo.  “Observación al concepto del calórico.  Admitir la existencia de una materia omnidifusa, omnipenetrante y omnimotriz (y por lo que concierne al tiempo, cabe añadir también: comienzo primero de todo movimiento), que llena el espacio cósmico, es una hipótesis que ni está, ni puede estar, justificada por experiencia alguna y que, por tanto, si tiene fundamento, debiera proceder a priori de la razón como una idea, sea para explicar ciertos fenómenos (en cuyo caso tal materia sería meramente pensada, como mera estofa hipotética), sea como postulado; pues, dado cualquier movimiento, las fuerzas motrices de la materia deben comenzar a agitar, si es que verdaderamente hay que considerar [tal estofa] como objeto de experiencia (dado)” (243).

Obviamente de los fragmentos antes citados no se desprende un claro sistema de ideas ni un enfoque unitario de la naturaleza con su calórico y fuerzas.  Pero ello es resultado de la naturaleza de las reflexiones que dan origen a los manuscritos.  Como se dijo antes, el Opus postumum refleja los balbuceos conceptuales de un viejo Kant que sin embargo no se rinde en la labor definitoria del filósofo: buscar la comprensión categorial del pensamiento sobre la naturaleza.  La comprensión del “cielo estrellado sobre mí” en su famosa expresión.  Tal vez sus fuerzas intelectuales estén agotadas pero su voluntad sigue siendo la misma.

Bibliografía

Kant, Immanuel. 1991. Transición de los principios metafísicos de la ciencia natural a la física.  Opus postumum.  Edición de Félix Duque,  Barcelona,  Anthropos y Universidad Autónoma de Madrid. [Se cita por el número de página].

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