*Adrián Ramírez y Constanza Valencia Cañas
Nadie puede adelantarse a su época, por eso el abordaje histórico de las ciencias intenta evitar hacer una historia anacrónica. Así también, en nuestro presente, sólo podemos ampliar o moldear nuestros marcos interpretativos dentro de ciertos límites, sean explícitos y teóricos o implícitos y personales. Queremos aquí, brevemente, abordar el tema de las relaciones entre género y ciencia tomando de excusa a Charles Darwin y la antropología biológica contemporánea, teniendo en mente esa perspectiva filosófica e histórica.
Darwin, tras la publicación de On the Origin of Species (1859), tendrá un breve pero llamativo intercambio con la que hiciera la primera traducción al francés de su obra magna, Clémence Royer (1830-1902), quien es relevante por razones que van mucho más allá de dicha traducción. Darwin se refiere a ella como “una mujer inteligente y singular” (Carta del 11 de julio de 1862 a Jean Louis Armand de Quatrefages). Sin embargo, Darwin no tuvo la mejor relación con Royer, y esto por varios motivos, que podemos enmarcar en estas dos aristas antes mencionadas, la personal y la teórica. Primero, por las libertades que se tomó para hacer la traducción, en la cual incluye un prólogo y diversas notas; segundo, porque Royer no era una especialista en historia natural; y, tercero, por el carácter de las posturas defendidas por ella.
Royer (filósofa, científica, traductora y economista) es actualmente considerada como una referencia de importancia de los movimientos feministas de la Francia decimonónica (Harvey, 1997). Esto nos da al menos dos aspectos a considerar sobre la percepción que Darwin podría haberse hecho de ella, por una parte, como se ha planteado en innumerables ocasiones, si bien Darwin era sumamente progresista para su momento y lugar, no era partidario, defensor ni admirador del proceso revolucionario francés, y, por otra parte, seguía siendo un caballero inglés del siglo XIX.
Ahora bien, estos son aspectos que podríamos considerar como personales, nos dicen poco sobre la concepción científica que tenía Darwin con respecto a “la mujer”. En The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex (1871), sostiene en el capítulo XIX, grosso modo, que en general los hombres son superiores a las mujeres, tanto física como mentalmente, esto producto, principalmente, de la selección sexual. Teniendo en consideración que fue progresista en otros ámbitos, por ejemplo, en cuanto al racismo; no podríamos defender a Darwin en cuanto a su machismo, por más hijo de su tiempo. Queremos ahora enfatizar lo inaceptable de sostener posturas similares hoy.
Desde la antropología biológica, por ejemplo, entendemos que teniendo un ancestro común con la rama de los chimpancés (Brunet, M. et al. 2005), las características de nuestra evolución parten de que todo proceso de diferenciación entre poblaciones humanas es producto de la interacción entre su variabilidad intragrupal y el ambiente. Así, la variabilidad humana sólo puede comprenderse en la interacción de nuestra biología con variables socioculturales (Pucciarelli, 1989).
A su vez, en la construcción del conocimiento científico intervienen los sesgos del contexto histórico en que se produce, por ejemplo, cuando se interpretó el registro fósil de la hominización. En este caso, la referencia al macho humano como el parámetro o la norma. Esto en cuestiones tan sencillas como las medidas anatómicas de cada especie de Homo, pero también en casos más elaborados, como el desarrollo de hipótesis sobre el cambio de dieta hace 2,5 millones de años, debido al mayor gasto energético en el proceso de encefalización, que requería alimentos más nutritivos (como los cárnicos y la médula de los huesos). Así, las primeras hipótesis relacionadas a la dieta hablan sobre cazadores (machos) para nuestros primeros antepasados, posicionando a los hombres como protagonistas en una explicación que tenía sentido, hasta que nuevas investigaciones sobre el registro fósil matizaron la discusión, incluyendo la posibilidad de que éramos presa de otros depredadores en los tiempos iniciales de nuestra evolución y, por lo tanto, cercanos a una estrategia de carroñeo. En todo caso, el debate “caza versus carroñeo” aún no tiene resolución y se sugiere una posible complementariedad de estrategias (Thompson, J. C. et al, 2019).
También, en ocasiones se han desestimado o subestimado evidencias del registro fósil, para luego ser revaloradas a la luz de un nuevo marco conceptual, por ejemplo, las hipótesis que defendían que primero se dio la encefalización en la evolución humana, esto producto de la centralidad de la cultura como lo característico de nuestra especie. Pero las evidencias del registro fósil dieron lugar a explicaciones sobre los cambios anatómicos asociados a la bipedestación, como el primer indicio de nuestra evolución (Arsuaga, 1999; Lovejoy, O. et al, 2009). Sin embargo, aunque las teorías se renuevan frente a nuevos hallazgos, no se suele cuestionar con énfasis el lugar que le damos a los géneros y los roles que les asignamos desde nuestro propio marco cultural.
Los datos y su construcción están sujetos a nuestras propias interpretaciones sobre ellos y a nuestros marcos, en los que no se suele dar lugares activos a las mujeres en la división del trabajo, sino pasivos o maternales. Recientemente, se investigan hallazgos de herramientas líticas de caza asociados a mujeres con 9.000 años de antigüedad en América del sur (Haas et al, 2020), estableciendo nuevas hipótesis sobre mujeres cazadoras. No se trata tampoco de conducirnos a una lucha por el protagonismo en nuestra historia evolutiva, sino a la constatación de la negación histórica, la invisibilización y los papeles secundarios en los que se ha puesto a las mujeres, inclusive en aspectos teóricos.
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*Escuela de Filosofía UCR, Costa Rica, adrian.ramirezjimenez@ucr.ac.cr; Estudiante avanzada de Ciencias Antropológicas, UBA, Argentina, constanza.lvc@gmail.com
Referencias
Arsuaga JL y Martinez I (1999). “La Especie Elegida. La Larga Marcha de la Evolución Humana.” Temas de Hoy. Madrid.
Brunet ,M. et al. 2005. New material of the earliest hominid from the Upper Miocene of Chad. Nature 434(7034):752-755.
Darwin, Charles (1871). “The Descent of man, and Selection in Relation to Sex”. John Murray. Londres.
Darwin, Francis, Seward, Albert (Ed.) (2012). “Correspondencia de Charles Darwin”. Libros de la Catarata. Madrid.
Haas R, Watson J, Buonasera T, Southon J, Chen JC, Noe S et al (2020) “Female hunters of the early Americas”. Science Advances, Vol. 6, no. 45. https://doi.org/10.1126/sciadv.abd0310
Harvey, Joy. (1997). ““Almost a man of genius”, Clémence Royer, Feminism and Nineeteenth-Century Science”. Rutgers University Press. New Brunswick:
Lovejoy, O., Suwa, G. , Simpson, S.W., Matternes, J. H., White, T. D. 2009a. The great divides: Ardipithecus ramidus reveals the postcrania of our last common ancestors with African apes. Science 2Oct2009:73-106.
Pucciarelli HM (1989) “Conceptualización de la Antropología Biológica”. Revista de Antropología, 7:27-31.
Thompson, J. C., Carvalho, S. Marean, C. W. y Z. Alemsege (2019). Origins of the Human Predatory Pattern. The Transition to Large-Animal Exploitation by Early Hominins. Current Anthropology Volume 60, Number 1, February 2019 00.