*Adrián Ramírez
En la obra de Charles Darwin (1809-1882) fueron centrales temas como el origen común y el gradualismo, de los que nos ocuparemos de forma muy somera; para ello me enfocaré en la relación que existe entre sus obras de botánica, especialmente dos de ellas, y The descent of man, and selection in relation to sex de 1871 (Descent), cuya primera edición cumple justamente este año los 150 años. Esta relación entre sus obras es relevante para hablar sobre cómo, desde la perspectiva darwiniana, todos los seres estamos estrechamente relacionados.
No deja de ser interesante que Darwin se dedica a mostrar el origen (común) de las especies después de publicado su On the Origin of Species (Origin) en 1859, siendo su siguiente trabajo On the Various Contrivances by Which British and Foreign Orchids Are Fertilised by Insects and on the Good Effects of Intercrossing (Orchids) de 1862. Llama la atención que la mayoría de la obra darwiniana posterior a 1859 es botánica. Si partimos del consenso actual, se pueden agrupar como las tres grandes obras evolucionistas Origin, Descent y un texto que finalmente no se incluyó en Descent y apareció como libro independiente en 1872, The expression of the emotions in man and animals. Esta última obra es especialmente llamativa por varios motivos, entre ellos, el ser uno de los primeros libros en usar fotografías.
Así, aquí se quiere llamar la atención sobre la relación entre estas tres obras, que podríamos llamar “evolucionistas”, y las que podríamos clasificar, más claramente, como obras botánicas. Sobresalen dos temas centrales en la obra darwiniana, el origen común y el carácter gradual de la transformación de las especies a lo largo del tiempo (gradualismo). Por origen común entendemos que, para Darwin, se puede trazar un esquema arbóreo de la evolución de las especies, con uno o unos pocos orígenes en las raíces del árbol. Y, por gradualismo, entendemos la tesis según la cual dicha evolución se ha dado por una lenta y constante acumulación de pequeñas variaciones, es decir, que el proceso evolutivo es lento y gradual (natura non facit saltus nos recuerda Darwin en Origin).
Veamos ahora cómo se ejemplifica esto en las hormigas: en Descent (Cap. IV) Darwin compara las clasificaciones de humanos y hormigas. Varios autores dedicaban a los humanos un reino propio, y otro a las hormigas y cochinillas. Plantea que no deja de ser llamativo que seres tan distintos como estos últimos, sean puestos en un mismo reino, mientras que seres con similitudes notables, como humanos (a los cuales pertenecen los naturalistas) y mamíferos superiores, son clasificados en reinos separados.
Es claro que una buena parte del trabajo de Darwin en Descent es mostrar la cercanía de los humanos con los otros animales, primero con los primates, luego con los demás mamíferos, después con los animales en general, etc. Así, conforme se “retrocede” en el árbol cuyas hojas serían las especies actuales, las diferencias se hacen más notables, algo que hoy veríamos con facilidad en un cladograma, por ejemplo.
¿Dónde entran en todo esto los zarcillos?
Los zarcillos son las “cuerdas” que utilizan las enredaderas para asirse y trepar. Dos de los trabajos botánicos más interesantes e innovadores de Darwin son Insectivorous plants de 1875 y The power of movement in plants de 1880. En estos trabajos especializados Darwin estudia precisamente las adaptaciones de las plantas que les permiten digerir insectos, moverse, trepar, asirse y muchas otras actividades que solía pensarse eran propias de los animales.
Tal y como plantea Jim Endersby, en su artículo Deceived by orchids: “The second (and most significant) aspect of Darwin’s botanical project is … … [that] he tried to ‘exalt’ plants in order to show that the gulf that separated plants and animals was not as wide as was usually assumed (making a common evolutionary origin for all living things more plausible).” [El segundo -y más significativo- aspecto del proyecto botánico de Darwin es … … [que] trató de ‘exaltar’ las plantas para mostrar que el abismo que las separaba de los animales no era tan amplio como se suponía habitualmente (haciendo el origen evolutivo común para todos los seres vivos más plausible)]. (Endersby, 2016, p. 209).
Darwin muestra en sus trabajos botánicos que inclusive algo que intuitivamente nos parece tan separado, como plantas y animales, puede relacionarse, de modo que es posible trazar un origen común para hormigas, plantas y naturalistas. En Descent muestra, con cientos de ejemplos, cómo las características que se piensa son exclusivas de los humanos y nos hacen especiales (“superiores” podría extrapolar alguien maliciosamente), no son para nada propiedad exclusiva de nuestra especie. Esto se evidencia, además, por el estudio de características similares en variedades similares, como lo hace en su Orchids, mostrando no sólo el origen común, sino que también el carácter gradual de la evolución en sentido darwiniano.
El árbol de la vida se traza conectando todos los seres vivos, desde sus hojas hasta sus raíces. Hoy encontramos a las hormigas, enredaderas y naturalistas en tres hojas separadas, pero trazándose un origen común para estos y todos los demás seres vivos. Este es, sin lugar a dudas, uno de los aportes más significativos y revolucionarios de la obra de Darwin, poniéndonos en directa relación con los otros seres vivos con los que compartimos el planeta.